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Fantasías «prohibidas»

Ilustración: Safia Bahmed-Schwartz

Autoconsentimiento y fantasías eróticas

Un paso más allá en la ruta del consentimiento: ¿Soy capaz de darme permiso a mí misma?

Hablemos de consentimiento interno, del permiso que me doy para pensar, dejarme sentir y actuar según mis propias prioridades y apetencias. ¿Me conozco lo suficiente para poder permitirme decirme sí a mi misma, cuando realmente quiero decirme sí, para pedirme, solicitarme, hacerme cargo y responsabilizarme de mi propio placer?

En esa búsqueda del placer ocurre muchas veces que nos encontramos pensando en algo que nos agrada, que nos mueve por dentro, que nos excita y nos asustamos cuando reparamos en la clase de pensamiento que creemos que es, ¿cómo puede ser posible que me excite imaginarme algo tan poco “adecuado”? Podríamos preguntarnos entonces: ¿Adecuado??? ¿Para quién?

Hablemos sobre fantasías y sobre ese potencial erótico de nuestro cerebro que tan poco conocemos, por miedo, por dejadez, porque “a las mujeres no les corresponden esa clase de pensamientos”… ¿Sabías que todo lo que vivimos en nuestra imaginación tiene un espacio de existencia propio? ¿Que podemos vivir nuestros deseos eróticos en el plano de la fantasía con total seguridad y libertad? El deseo erótico empieza en el cerebro. Esos pensamientos que nos excitan sin saber muy bien por qué, son parte imprescindible de la maquinaria que mueve nuestro deseo y son muy importantes a la hora de disfrutar de una sexualidad satisfactoria. En la fantasia no existe más censura que la tuya, nadie te va a juzgar salvo tú misma. No obstante, podemos llegar a sentir un conflicto entre aquello que creemos de nosotras mismas, según hemos construido nuestra identidad e imagen propias, cuando aquello que fantaseamos y nos excita contradice esa imagen. No obstante, el objetivo de la fantasía es excitar y dar placer, la utilizamos para pasarlo bien y ampliar la vivencia del erotismo. Del mismo modo, ese bienestar a través del que crecemos, nos ayuda a mejorar la imagen que tenemos de nuestro yo.

¿Qué hay de las fantasías con las que me siento incómoda? Por poner ejemplos, podemos encontrarnos excitadas con una fantasía en la que somos humilladas, o en la que aparecen conductas eróticas que “contradicen” mi orientación sexual. ¿Esto nos hace ser sumisas o masoquistas? ¿Es que de repente mi orientación sexual ya no es la que yo creía? ¿Qué quieren decir esa clase de fantasías?

Las fantasías eróticas son juegos de placer con los que nos obsequia nuestra imaginación, no confundirlas con el deseo de pasar por la experiencia, ni asustarnos pensando que nos ocurre algo “raro” por imaginar ciertas cosas. Como decíamos antes, en el terreno de la imaginación sólo estás tú, no hay normas morales, no corremos riesgos, estamos ahí para excitarnos y dejarnos llevar hacia el placer. En el ejemplo de antes hablamos de la fantasía de humillación, ésta como otras muchas, puede ayudarnos a llegar a cotas muy elevadas de excitación. Lo que no quiere decir que deseemos ser humilladas en el plano de los hechos. Lo que nos erotiza en la imaginación no tiene por qué coincidir con lo que se desea llevar a la práctica. Otro ejemplo que pusimos fue el de las fantasías que “contradicen” nuestra orientación sexual. En este caso empezaremos diferenciando la conducta erótica de la orientación sexual, son fenómenos diferentes que pueden coincidir o no. Nuestra orientación puede ser hetero y llevar a cabo conductas homoeróticas y al revés, podemos ser homos y que nos exciten conductas heteroeróticas o llevarlas a cabo, esto no tiene porqué provocar un cambio en nuestra orientación sexual.

No obstante, añadir que cuando el conflicto con aquello que fantaseamos perdura y nos hace sentir mal puede resultarnos de ayuda revisar nuestras creencias respecto a lo sexual y localizar aquellas que nos perjudican, quizá en nuestra educación nos hayan transmitido que lo sexual es negativo y lo hayamos integrado en nuestra vivencia, haciendo de la vivencia de lo sexual algo desfavorable.

El primer paso para el autoconsentimiento es el autoconocimiento, si nos aceptamos y conocemos mejor, nos sentiremos más preparadas para dar ese paso y permitirnos buscar el placer a través de nuestros propios caminos, en este caso, la imaginación será una guía imprescindible y muy gratificante que nos llevará solamente a donde queramos dirigirnos. Disfrutemos el recorrido.

***En este texto hemos utilizado el femenino inclusivo, para hablar de «personas».

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¿Sólo son besos?

Existe una presunción social de que todo acercamiento erótico conlleva en sí mismo la exigencia de concluir un ciclo, el guión que marca la tiranía del orgasmo que se busca y se persigue como si fuésemos detrás de una zanahoria, demasiado consumida ya para resultar apetecible: preliminares, penetraciones peneanas-vaginales (en el modelo de relación heterosexual) y orgasmo(s). A día de hoy se hace difícil separar prácticas y valorar cada una en sí misma y por sí misma. Esto es lo que ocurre por ejemplo con los besos…

La exigencia social de contacto intergenital -si nos encontramos, nuestros genitales “han de encontrarse” porque esa práctica es la que prima en la jerarquía de lo considerado valioso socialemtente-, proviene de una visión sesgada de los encuentros eróticos, infravalorando la conducta erótica de por sí valiosa del contacto interbucal o beso, entre muchas otras. Nos puede gustar o apetecer más este tipo de acercamiento erótico y sentirnos obligados por presión social a entrar en otros terrenos.

Cuando compartes besos con alguien porque te apetece, existe una presuposición de cópula o de encuentro genital esto es, se presupone que lo que empieza en los labios ha de concluir obligatoriamente en los genitales, dejando muy pocas opciones para el juego libre del eros. Se coacciona a veces la propia libertad, la propia apetencia, el propio deseo de sentir el placer a través de los labios y sentirlo por sí mismo, reconociendo y dotándolo de su propio valor, no con expectativa de alcanzar el encuentro genital obligatorio. Lo mismo ocurre con el resto de la piel, repleta de receptores sensitivos repartidos por cada rincón de la superficie corporal.

Cuando besas a alguien porque te gusta besar, porque en ese momento sientes preferencia por esa práctica erótica oral y ese alguien no lo comprende, se enfada, te recrimina, te reprocha y te presiona para llegar a un lugar que en ese momento no te interesa, se puede tener presente la idea de que lo que está funcionando en ese momento son sus propios prejuicios, limitaciones y fantasmas. La sexología nos enseña que cada cual puede respetar y explorar sus propios deseos, sus apetencias, sus momentos, lo que dice su cuerpo. ¿A ti qué te dice el tuyo?

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