



¿En qué consiste? |
Matching (emparejando) es como llamamos al Encuentro Rural Terapéutico para Parejas. Un acontecimiento que tendrá lugar este verano, del 19 al 25 de agosto, en el maravilloso entorno natural de la montaña central Leonesa. Es un proyecto diferente, en el que Gaizka Tovar y Diana González (Directora del Centro Sexológico Arco), terapeutas sexólogos, ofrecemos nuestra experiencia a las parejas que decidan solucionar sus dificultades, tanto sexuales como las que puedan acompañar cada proceso relacional, y del mismo modo a aquellas que pretendan simplemente mejorar la calidad de su relación. Enriquecerse, retomar el contacto con la naturaleza, alimentar la intimidad, el vínculo y el compromiso… El Matching es un nuevo modo de comprender el turismo rural activo que busca intercalar el aspecto lúdico/vacacional -una semana de diversión, experiencias, aventura y relax-, junto con la parte de terapia en sesiones que nos permitirán volver a conectar con ese ser tan querido. Ofrecemos un lugar de re-encuentro, donde las parejas se pongan en manos de los mejores expertos, que les guiarán, a través de una serie de intervenciones terapéuticas, hacia aquellos objetivos que les sean solicitados por los asistentes.
Para poder encontrarse, es preciso comenzar perdiéndose… y qué mejor lugar para perderse en pareja que la localidad de Vegacervera, enclavada en la Reserva de la Biosfera de los Argüellos. Esconde sus secretos (el Camino del agua de las Hoces, las Cuevas de Valporquero, la cascada “Cola de Caballo”, etc.) y recibe con afecto, entrañable montaña, a todo aquel que se permite acercarse a ella.
Como lugar privilegiado en el que serán recibidas y acogidas nuestras parejas, hemos elegido el precioso hotel gastronómico rural “La Chousa Verde”, que nos ofrece el acceso a su relajante spa y nos invita a saborear su particular gastronomía, artesana y de calidad, entre otros servicios.
Sobre nosotros y cómo funcionamos |
Somos un equipo de terapeutas sexólogos, hombre y mujer, trabajando juntos en sesión. Hacemos co-terapia, esto quiere decir que en la misma sesión intervenimos ambos profesionales. Este modo de coordinación produce grandes resultados para los clientes, permitiendo que se reduzca el número de sesiones y que se adapte el proceso a la semana intensiva de terapia, para lograr unos resultados óptimos.
Diana González Robles es directora del Centro Sexológico Arco, sito en León. Sexóloga y experta en Terapia de Pareja, cuenta con amplia experiencia en el tratamiento de parejas con dificultades, así como en la creación e impartición de programas de Educación Sexual para diferentes colectivos y edades.
Gaizka Tovar es Miembro nº 533 de la A.E.P.S. (Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología). En el 2005 se introdujo en la sexología y desde entonces ha estado trabajando en 3 líneas sexológicas principalmente. Por un lado, haciendo Educación Sexual (con familias, con profesorado y con alumnado de primaria, de secundaria y universitario). Por otro lado, trabaja en el servicio Berdindu del Gobierno Vasco dando atención profesional a menores transexuales. Su tercer abordaje sexológico se centra en las terapias sexológicas tanto individuales como de pareja haciendo un acompañamiento íntimo y personal.
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Servicios incluidos |
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Vamos a tratar de poner algo de orden en todo este caos que llevamos arrastrando desde hace siglos en materia de sexualidad. Para que nos dejen de condicionar ideas erróneas y aprender a vivirnos satisfactoriamente y con conocimiento de causa. Aquí van algunos de los (tantos) mitos que deben ser desbancados definitivamente. Porque estamos en la era de la información, pero… ¿qué información?
“Los encuentros eróticos son sólo para las personas menores de 50 años”
Se cree que la erótica es sólo para las personas jóvenes, sin embargo los datos apuntan a que la capacidad de respuesta sexual, el proceso fisiológico que tiene lugar durante la excitación, aumenta con la edad y llega a su máximo esplendor a los treinta años aproximadamente. Este esplendor continúa a lo largo de toda vida con una ligera variación en cuanto a ganas y actividad se refiere. Cada una puede ser su propia guía y aprender a saber qué es lo que quiere, cuánto, cuándo y de qué modo.
“Las mujeres normales llegan al orgasmo cada vez que tienen una relación sexual”
En primer lugar, cada una vive su “ser mujer” de una forma única y peculiar y ello es lo que le da valor al hecho de ser sexuadas. No existe la normalidad en este terreno, lo que sí existe es la diversidad y la valoración de la propia vivencia. En segundo lugar, no todas las mujeres tienen orgasmos cada vez que hacen el amor o se masturban y esto tiene mucho que ver con una serie de factores, el más importante de ellos es que los encuentros eróticos podrían ser más placenteros sin la exigencia de orgasmo como telón de fono o meta que perseguir.
“El embarazo y el parto reducen la capacidad de respuesta sexual de la mujer”
Esto es muy cuestionable, ya que después del embarazo muchas mujeres sienten un incremento en su capacidad de respuesta sexual, debido en parte a los cambios fisiológicos que se producen en la zona pélvica. Entre otros factores, un aumento de la irrigación sanguínea en esta área, conlleva mayor sensibilidad y mejor respuesta orgásmica.
“La menopausia marca el final de la vida sexual de las mujeres”
Nada más lejos de la verdad, aunque es cierto que la disminución de hormonas altera en cierta medida la respuesta excitatoria, también es cierto que muchos de los efectos secundarios de esta variación son compensados con tratamientos hormonales y ejercitación de la zona pélvica y que muchas mujeres aumentan su capacidad de respuesta sexual debido a diversos factores como la pérdida del temor al embarazo, poder despedirse de los métodos anticonceptivos y decir adiós a los problemas derivados de la vivencia negativa (cuando es negativa) de la menstruación.
“Si una mujer no puede tener un orgasmo rápida y fácilmente, es que hay algo que no funciona”
Sin embargo, es bien sabido que el umbral del orgasmo varía de una mujer a otra, es decir, todas necesitan una correcta estimulación física para que en ellas se desencadene el orgasmo -y el correcto modo también es único-, pero cada una la requiere de diferente forma: durante más o menos tiempo, más intensa o menos, más rápido o despacio, etc. Existen frases injustas como “le cuesta llegar” que no tienen en cuenta esta peculiaridad, los ritmos de cada una, las propias necesidades, que han de comenzar a ser escuchados. Además de que detrás de ese “le cuesta llegar” lo que se esconce muchas veces es una incomprensión y/o desconocimiento de lo que necesita esa persona en concreto para que se desencadene en ella un orgasmo.
“Si a una mujer no le gusta experimentar o probar cosas novedosas es que es frígida, mojigata o sosa”
Para nada tiene que ver la vivencia de la sexualidad con probar cosas nuevas o hacer experimentos. Hay mujeres que se sienten muy cómodas con las prácticas que conocen y se sienten totalmente satisfechas con ellas. También saben que otro tipo de prácticas no les interesan en ese momento de sus vidas y esto no le resta valor a su vivencia, todo lo contrario, saber qué es lo que te gusta y qué es lo que no te interesa, te empodera y contribuye a una experiencia positiva de tu sexualidad.
En el anterior artículo habíamos hablado de los «qués» y «por qués» de la relegación del clítoris a un papel de subalternidad en relación con el pene en los encuentros eróticos heterosexuales. Hoy nos encargaremos de dilucidar algunos de los «cómos» para devolverle el lugar de importancia y honorabilidad que le corresponde.
Las mujeres1 que sienten que algo está faltando, que algo está fallando, pueden encontrar maneras de hacer que su clítoris entre en escena sin grandes dramas o temores.
En primer lugar, tanto ellas como sus compañeros, han de ser conscientes de esta realidad. El equivalente al pene en la fisiología humana no es la vagina, sino el clítoris. Si se le da un papel tan importante al pene, no se le puede negar ese derecho de existencia al clítoris. Para ejercer su derecho al placer clitoriano pueden llevar la mano de su compañero al lugar exacto donde desean ser acariciadas, o ellas mimas hacerlo cuando les apetezca. Las inseguridades que esto va a generar en los hombres (cis), puesto que pueden dudar de su valor como amantes si se le resta importancia a la cópula, irán desapareciendo a medida que adquieran más información, más conocimiento de la realidad, a medida que muchos prejuicios y falsos mitos vayan siendo desbancados. Este es un proceso largo y poco socorrido por los modelos ofrecidos en la pornografía mainstream y otros medios como el cine y la televisión; pero a la vez, un proceso que se puede convertir en un estimulante viaje. Descubrir nuevas formas de dar, obtener y expresar placer suele ser un plato de exquisito gusto. Se pueden buscar posturas a través de las que el clítoris sea estimulado de forma indirecta con la penetración. Se puede dibujar un mapa de las zonas erógenas y mostrárselo a su compañero. Ellos pueden comenzar a percibir todo el goce del que es capaz de experimentar alguien, por fin, sin restricciones. Contemplar, observar, sentir el placer del otro suele ser un gran estimulante,de los más potentes.
Así pues, el lema ¡mi clítoris también existe! Puede comenzar a enarbolarse en los procesos de autoempoderamiento. “Mi clítoris también existe y está ahí para ser disfrutado, valorado y tomado siempre en cuenta”.
1 En este artículo hablamos de mujeres heterocisexuales. El término “cis” se refiere en este caso a mujeres con vulva, es decir, mujeres en las que hay concordancia entre el género que les asignaron al nacer y su identidad sexual.
*En este artículo hemos querido destacar la gran importancia del clítoris y su injusta relegación a planos de olvido, por ello nos hemos situado desde un punto de vista genitalista. No obstante, no hemos de olvidar que el cuerpo entero, toda la piel que lo recubre, es superficie sensible y sintiente dadora de placer y que también la olvidamos, poniendo el foco de atención solamente en nuestros genitales.
Hay muchas mujeres1 que, llegado un punto del encuentro erótico con su partenaire masculino, se preguntan «¿y esto es todo?». El modelo de erótica que se consume hoy es muy parecido al que nos ofrecen los medios de ocio y entretenimiento, películas, series, etc. En ellos se nos muestra un guión muy sesgado de lo que debe ser una relación sexual “normal”. Para alegría de muchas y muchos, decir que lo que se nos muestra con mayor frecuencia, no responde a la realidad, no refleja la diversidad sexual humana, que es rasgo constitutivo de todos y todas nosotros/as. Lo que se nos pone delante de los ojos con mayor frecuencia es fruto de la pereza cultural y la ignorancia social que recubren y limitan la sexualidad entre las personas.
De ahí los múltiples sinsabores que frecuentan los dormitorios de muchas parejas. En el caso de las mujeres, uno de los puntos flacos en materia de satisfacción es el olvido sistemático al que sus clítoris se ven sometidos. Las estadísticas nos ofrecen datos, el 80% de las mujeres no llegan al orgasmo durante el coito y sólo mediante el coito, es decir, sin la estimulación directa del clítoris. Siendo los hechos tan contundentes y contando con toda la información con la que disponemos hoy, ¿por qué muchas siguen pensando que tienen un problema, que tardan mucho en tener un orgasmo, que no son capaces de sentir placer de una forma “normal” (es decir, a través de una penetración peneana)?
En lugar de responder esas preguntas, propongo cambiarlas, cambiar el criterio desde el que se realizan, el marcado por la dictadura de la cópula y el mito del orgasmo vaginal. No existe el orgasmo vaginal, los orgasmos siempre son clitorianos, ya sea por estimulación directa o indirecta del mismo. Las preguntas que podemos hacernos ahora son ¿por qué se les exige a las mujeres que disfruten de un modelo erótico que no responde a su modo real de sentir placer? El clítoris está fuera de la vagina, cuenta con la mayor concentración de terminaciones nerviosas que se puedan dar en un cuerpo humano, con sus 8.000 terminaciones nerviosas (a diferencia del pene, que cuenta con 4.000), es uno de los mayores dadores de placer del cuerpo ¿por qué se insiste tanto en llevar el placer al interior de la vagina? ¿No estará el modelo reproductor detrás de todo esto, aquel que decía que el único acto sexual concebible y respetable era el destinado a engendrar prole? ¿Realmente queremos vivir nuestra erótica desde este modelo? La mayor parte de las veces el pene adquiere un papel central en los encuentros amatorios, ¿por qué no se le da el mismo valor y la misma cabida al clítoris? ¿De dónde viene esa enorme exigencia de un falo siempre duro dentro? ¿Qué tipo de educación sexual estamos recibiendo si no somos capaces de diferenciar la pornografía de la realidad?
Seguiremos con los «cómos» de la propuesta de este artículo en la próxima entrada de este blog.
1 En este artículo hablamos de mujeres heterocisexuales. El término “cis” se refiere en este caso a mujeres con órganos genitales vulva y vagina, es decir, mujeres en las que hay concordancia entre el género que les asignaron al nacer y su identidad sexual.
***En este caso, hemos querido destacar la gran importancia del clítoris y su injusta relegación a planos de olvido, por ello nos hemos situado desde un punto de vista genitalista, centrado en los genitales. No obstante, no hemos de olvidar que el cuerpo entero, toda la piel que lo recubre, es superficie sensible, sintiente y que también olvidamos, poniendo el foco de atención solamente en nuestros genitales.
Existe una presunción social de que todo acercamiento erótico conlleva en sí mismo la exigencia de concluir un ciclo, el guión que marca la tiranía del orgasmo que se busca y se persigue como si fuésemos detrás de una zanahoria, demasiado consumida ya para resultar apetecible: preliminares, penetraciones peneanas-vaginales (en el modelo de relación heterosexual) y orgasmo(s). A día de hoy se hace difícil separar prácticas y valorar cada una en sí misma y por sí misma. Esto es lo que ocurre por ejemplo con los besos…
La exigencia social de contacto intergenital -si nos encontramos, nuestros genitales “han de encontrarse” porque esa práctica es la que prima en la jerarquía de lo considerado valioso socialemtente-, proviene de una visión sesgada de los encuentros eróticos, infravalorando la conducta erótica de por sí valiosa del contacto interbucal o beso, entre muchas otras. Nos puede gustar o apetecer más este tipo de acercamiento erótico y sentirnos obligados por presión social a entrar en otros terrenos.
Cuando compartes besos con alguien porque te apetece, existe una presuposición de cópula o de encuentro genital esto es, se presupone que lo que empieza en los labios ha de concluir obligatoriamente en los genitales, dejando muy pocas opciones para el juego libre del eros. Se coacciona a veces la propia libertad, la propia apetencia, el propio deseo de sentir el placer a través de los labios y sentirlo por sí mismo, reconociendo y dotándolo de su propio valor, no con expectativa de alcanzar el encuentro genital obligatorio. Lo mismo ocurre con el resto de la piel, repleta de receptores sensitivos repartidos por cada rincón de la superficie corporal.
Cuando besas a alguien porque te gusta besar, porque en ese momento sientes preferencia por esa práctica erótica oral y ese alguien no lo comprende, se enfada, te recrimina, te reprocha y te presiona para llegar a un lugar que en ese momento no te interesa, se puede tener presente la idea de que lo que está funcionando en ese momento son sus propios prejuicios, limitaciones y fantasmas. La sexología nos enseña que cada cual puede respetar y explorar sus propios deseos, sus apetencias, sus momentos, lo que dice su cuerpo. ¿A ti qué te dice el tuyo?
La apertura hacia lo no conocido suele comprenderse como un acto temeroso de valentía o de osadía. Cuando comenzamos a escucharnos a nosotros mismos, a comprender nuestras necesidades, nuestros momentos, nuestros procesos, muchas veces se abre un espacio donde nuestra sexualidad parece abarcarlo todo. Solemos mirar hacia otro lado, esconder esa idea, negar nuestro yo sexuado. Se nos hace difícil alcanzar el entendimiento de que somos enteramente sexuados, de que sin ser sexuados, no podríamos ser. Es por todo ello por lo que aun me extraño, cuando me dicen que León es una ciudad demasiado pequeña, algo cerrada, para el desempeño de una labor sexológica, para la comprensión de nuestra dimensión sexuada. Cuando me planteé ser sexóloga en León, fue esta, una de las realidades con las que debía enfrentarme, la reticencia de los individuos a mirarse en su propio espejo, a conocerse y a aceptarse. Desde una perspectiva ética y científica, es absurdo afirmar que en pleno siglo XXI una ciudad como la nuestra aun no está preparada, no se merece, no tiene el derecho, de ver crecer en sus escuelas, en sus trabajos, en sus empresas, en su hermosa naturaleza y en sus lugares de ocio a personas felices, plenamente conscientes de sí. Dejemos de negarnos a nosotros mismos, nos lo debemos.