La apertura hacia lo no conocido suele comprenderse como un acto temeroso de valentía o de osadía. Cuando comenzamos a escucharnos a nosotros mismos, a comprender nuestras necesidades, nuestros momentos, nuestros procesos, muchas veces se abre un espacio donde nuestra sexualidad parece abarcarlo todo. Solemos mirar hacia otro lado, esconder esa idea, negar nuestro yo sexuado. Se nos hace difícil alcanzar el entendimiento de que somos enteramente sexuados, de que sin ser sexuados, no podríamos ser. Es por todo ello por lo que aun me extraño, cuando me dicen que León es una ciudad demasiado pequeña, algo cerrada, para el desempeño de una labor sexológica, para la comprensión de nuestra dimensión sexuada. Cuando me planteé ser sexóloga en León, fue esta, una de las realidades con las que debía enfrentarme, la reticencia de los individuos a mirarse en su propio espejo, a conocerse y a aceptarse. Desde una perspectiva ética y científica, es absurdo afirmar que en pleno siglo XXI una ciudad como la nuestra aun no está preparada, no se merece, no tiene el derecho, de ver crecer en sus escuelas, en sus trabajos, en sus empresas, en su hermosa naturaleza y en sus lugares de ocio a personas felices, plenamente conscientes de sí. Dejemos de negarnos a nosotros mismos, nos lo debemos.



